jueves, 18 de septiembre de 2014

EPILOGO



PAULA



28 de mayo de 1838


He escrito del peso de mi culpa muchas veces en estas páginas. Momentos en que era consumida a gran medida, no podía ver que un futuro de ningún tipo alguna vez se volviera una posibilidad. Una pesada carga, llevada durante años hasta que una persona me ayudó a desecharla. Sé que habrá ocasiones en que sienta la culpa todavía encubrirme, pero por primera vez, tengo un poco de claridad de la previsión para entender cómo mis cargas no hacían nada para ayudar a alguno de los que había perdido.


Darius me salvó de mí misma. De esto, soy muy consciente. Sin su amor, estoy segura de que no respiraría hasta este día, ni tampoco mi corazón latería en mi pecho.


Hay una gran belleza en la simplicidad de entregarse a otro en confianza, y permitirle sostenerte. Mi Darius me enseñó esta lección. Desde el principio, él realmente pudo verme. Creo que es la única persona que vio alguna vez dentro de mi alma. Un regalo raro, que ha servido para ser dado de nuevo a mí… mi vida.


Me dio a nuestro precioso Jonathan, y también el don de la serenidad en dejar que mi J. se vaya. Ahora sé que J. se encuentra en un lugar tranquilo, donde lo que se trasluce en este reino terrenal, no es más que una mota flotando en los océanos del tiempo. En las horas de la clase más oscura, Darius ha sido siempre mi luz. Mi amante, que vio dentro de mi alma maltratada y me liberó.
M R




PEDRO



Dejé el diario y miré a la estatua del ángel sirena frente al mar. A Paula le encantó desde la primera vez que la vio. La atipicidad del diseño era convincente, pero ahora que conocíamos la historia detrás de su creación, era mucho más que un pedazo atractivo de piedra tallada decorando la pared del jardín.


Había leído este pasaje en particular muchas veces. 


Probablemente lo tenía cerca de memorizado para ahora. 


Los pensamientos privados escritos por una mujer que vivió en esta casa hace casi doscientos años. Encontrado por Paula en el cajón secreto de un viejo escritorio. Cuando ella me mostró los diarios, los leí, claro. Ellos eran una novedad, una visión de vuelta en el tiempo sobre la vida cotidiana en la misma casa en la que ahora vivíamos. Ésta entrada en particular se quedó conmigo, sin embargo. Era relevante.


Me di cuenta desde el primer momento en que lo leí, el nombre de Darius podía ser intercambiado por Paula, y se convertiría en mi verdad.


En las horas de la clase más oscura, Paula ha sido siempre mi luz. Mi amante, que vio dentro de mi alma maltratada y me liberó.


FIN

CAPITULO 216



PAULA



3 de mayo


Somerset


—Ahora es mi turno detrás de la cámara, creo que puedo ver tu atracción por la fotografía, nena —me dijo Pedro, mientras usaba mi cámara para tomar montones de fotografías que no podía esperar para ver. Mi espalda desnuda se enfrentaba a la lente, pero Olivia miraba a Pedro por encima de mi hombro. No sabía cuánto tiempo más podría aguantar posando para él, sin embargo. No había mucho que pudiera hacer con una pequeña retorcedora de tres meses de edad en mis brazos.


Pedro se rió suavemente mientras pulsaba el disparador.


—Te veo, Princesa —le dijo a Olivia.


—¿Qué está haciendo, además de tratar de saltar de mis brazos? —pregunté.


—Oh Dios mío, está sonriendo mucho. Es como si estuviera posando para la cámara.


—Bueno, estoy segura de que sabe exactamente lo que estás haciendo con esa cámara. La ha visto apuntando hacia ella constantemente desde que nació.


—Lo sé, pero solo se ve tan feliz en este momento —dijo él.


Tomó algunas fotos más de nosotras. Las fotos eran su idea. Me preguntó si podía hacerlas y yo estuve de acuerdo, por supuesto. No había muchas cosas que le podía negar, y esto era algo que había pedido específicamente, solo para él. Me lo había pedido poco después que le dijera que había terminado con el modelaje. Sé que mi anuncio lo complacía. 


Pedro había aceptado el modelaje al desnudo antes, porque no había tenido ninguna entrada en mi elección como para hacerlo. Ahora, me había dado la oportunidad de respetar mi decisión de renunciar a ello. Él seguía siendo el mismo, deliciosamente posesivo, guapo, dominante, y a veces irracional hombre que había conocido hace exactamente un año, y la idea de no más fotógrafos hombres viéndome desnuda, era un claro corte positivo para él.


¿Por qué había renunciado al modelaje?


En pocas palabras, no tenía necesidad de ello más. Las cosas que me definían eran mucho más que físicas, además había cambiado y crecido a lo largo del año pasado mientras descubría el conocimiento acerca de mí misma. Y había aprendido a amar.


Pero lo más importante, me había permitido a mí misma ser amada.


No creo que nada de lo bueno que me había sucedido en el año pasado habría ocurrido si no fuera por Pedro. Creía eso con todo mi corazón. Nadie podría haber hecho por mí lo que hizo él. Solo el amor de Pedro había encontrado su camino en mi desolado corazón. Solo el amor de Pedro me dio la seguridad de que necesitaba volver a confiar y amarme a mí misma de nuevo.


Solo él.


—Por supuesto que está feliz. Ella está mirando a su precioso papá.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

CAPITULO 215



PEDRO



26 de abril


Somerset


Fue una boda sencilla, celebrada en el jardín, con vistas al mar. La novia y el novio se veían muy felices, como deberían. Guiñé un ojo Paula, admirando lo deliciosa que estaba en su encaje bígaro. El mismo vestido que había llevado la noche de la Gala del Mallerton, y ahora conseguía una doble función como dama de honor. Ella me lanzó un guiño en respuesta, junto con una de sus sexys medias sonrisas.


El vestido de Luciana era de un colorido rosa y mirarla me recordó las fotografías de mi madre. A menudo me preguntaba cómo era para mi padre ver a su hija, la viva imagen de su mujer, en la forma en que se veía cuando la perdió. Había mantenido sus pensamientos en estricto privado durante estos años, entonces me imaginé que si existían, se quedarían de esa manera.


El día de hoy era para celebrar algo nuevo, y por ello, estaba muy agradecido, porque después de encontrar a Paula y aprender lo que significaba amar a alguien tan profundamente, finalmente entendí la profundidad de lo que él había perdido, y por qué le había tomado tres décadas seguir adelante hacia un nuevo amor.


Hoy era el día de mi padre, y fue finalmente capaz de dar el paso hacia adelante... con su encantadora Maria.


Una de mis mayores sorpresas fue el dramático cambio en alguien de quien no tenía absolutamente ninguna esperanza de que alguna vez se apareciera. Pero, las cosas más extrañas habían pasado, supuse. No importaba por mi parte, desde luego, pero para Paula era crítico, y si era completamente honesto, sería bueno para mi hija también.


Ver a mi suegra sostener a Olivia cautiva en el regazo de su vestido de diseñador, era prueba de que su corazón efectivamente latía, y no estaba hecho de piedra como habría jurado que estaba. Parecía... una abuela real.


De hecho, me buscó durante la recepción, lo que conmocionó la mierda de mí porque era lo que menos esperaba.


—¿Pedro?


Me di la vuelta para encontrarme con su pregunta, con la postura más neutral que pude manejar.


—Olivia se está poniendo exigente y Paula me dijo que la llevara contigo. También dijo que Olivia es una niña de papá. —Me entregó a mi inquieta hija.


—Es cierto —dije, ajustando a Olivia hacia afuera contra mi pecho como le gustaba, y meciendo su pequeño cuerpo suavemente de lado a lado—. Gracias, Alejandra.


—Ella es absolutamente hermosa, al igual que Paula —dijo en voz baja.


Asentí de acuerdo, pero no sabía qué decir a eso, así que me quedé callado.


—Gracias, Pedro.


—¿Por qué, exactamente?


—Por mantener a mi hija a salvo, por amarla tanto y hacerla tan feliz.


Sentí mis ojos ampliarse, sin poder creer lo que acababa de oír.


—Oh, y por este pequeño milagro de aquí. —Alejandra tomó una de las manos de Olivia y la besó, antes de darse la vuelta y sentarse al lado de su esposo. No podía imaginarme alguna vez llevándome bien con Alejandra, ni formando relación alguna con ella. No quería ser implacable, tanto como... recordar las muchas veces que había herido a mi hermosa chica demasiado, y no estaba listo para dejar ir todo aún. Pero por Paula, y ahora por Olivia, tendría que intentarlo.




Los dos fuimos a nuestro lugar especial. Me di cuenta desde el principio, que cuando Olivia estaba de mal humor y cansada, se aliviaba con palabras suaves y la estimulación de simplemente mirar objetos de belleza. Así que, mientras la fiesta de boda todavía estaba en su apogeo, me escapé con mi pequeña princesa y la llevé dentro de la casa. En el camino, nos detuvimos a mirar cosas de interés como cuadros en la pared, flores en un florero, o la vista del mar brillando afuera desde una de las ventanas.


Cuando pasamos por la puerta de mi estudio, ella pateó sus pies e hizo un sonido arrullo como si me dijera que apresurar mi culo y llegara ahí ya.


Me hacía reír con sus travesuras de bebé, y tenía solo tres meses de vida. ¿Cómo serían las cosas una vez que empezara a hablar? Oh Dios... ¿o caminar?


Aspiré y no pude encontrar más el aroma de mis cigarrillos de clavo. Esto era muy bueno. Estaba decidido a hacerlo sin ellos esta vez. No había tenido un humo desde Suiza, y ya no ansiaba el aroma de la especia. Me gustaba pensar mi terapia me estaba ayudando a disociar los humos con estar vivo. Tenía razones reales ahora.


—Ahí está, pequeña. Tu favorito. —Olivia pateó sus piernas hacia afuera e hizo sonidos de arrullo ante el retrato de Paula en mi oficina—. Sabes que esa es Mami, ¿no?


Ella gorjeó alegremente y pegó dos de sus dedos.


—¿Alguna vez te conté sobre la primera vez que la vi en la galería de arte?


Dos pequeñas patadas golpearon mi abdomen en rápida sucesión.


—Entró en la habitación y se dirigió directamente hacia este mismo retrato colgando en la pared, y levantó la mirada hacia él. Mami no lo sabía en ese momento, pero ya había comprado el retrato para mí. —Me reí en voz baja—. Pícaro Papá, lo sé, pero simplemente no pude evitarlo. Fue la forma en que me miraba desde el otro lado de la habitación lo que me llamó la atención. Y ella era tan hermosa. Tan hermosa...

CAPITULO 214



PEDRO



Febrero 28


Londres


—¿SABES qué día es? —pregunté desde mi lugar en la alfombra.


—Por supuesto que lo sé. Soy buena con las fechas —dijo ella con aire de suficiencia.


—Está bien entonces, ¿qué día es hoy, señora?


—Es la fecha original del nacimiento de Olivia, señor.


No era una sorpresa que lo supiera. Paula recordaba las cosas importantes. Nuestra bebé cumplía tres semanas hoy, y crecía como una hierba. Había ganado casi medio kilogramo, lo que era una cosa buena, porque era demasiado delgada cuando nació, en mi opinión. Pero era fuerte. Una luchadora, igual a su mami.


Ahora, los dos estábamos complaciendo a Mami mientras ella nos organizaba para una fotografía que quería. Paula estaba convirtiéndose rápidamente en la fotógrafa, tomaba fotos de Olivia y yo todo el tiempo. Ésta en particular era una que ella había visto en un sitio web y me había mostrado, preguntándome si podía recrear la escena con nuestra bebé cuando naciera. Aparentemente, hoy era el día.


El primer paso había sido inducir a Olivia a un coma-lácteo. 


Luego Paula la había estratégicamente colocado en mi espalda mientras ella dormía, así mis alas tatuadas parecían ser suyas, haciéndola ver como un pequeño bebé ángel.


 Ella ya lo era, ¿así que por qué no tener una fotografía?


―¿Cómo nos vemos? ―pregunté, su cámara haciendo click en la distancia.


―Como un caliente papi fumador con su recién nacida bebé durmiendo en su espalda ―dijo con descaro.


―Creo que alguien necesita mantener su boca ocupada.
Se rió.


―Espero que sea una promesa que mantendrás hasta después —dijo seductoramente.


―Mi pene oyó eso, nena. ―Bromeé, esperando alguna respuesta sarcástica. Pero la cuestión con Paula era que ella era terriblemente impredecible. Y realmente rápida con la creación de respuestas. Así, usualmente, cuándo creía tener la sartén por el mando en una pelea verbal se abalanzaba y golpeaba mi mano. Lo hacía todo el tiempo.


Escuché que retuvo su aliento. Me hizo preguntarme si estaba pensando en mi pene, y si la estaba haciendo considerar otras cosas. Estaba seguro sobre eso, pero la porción razonable de mi cerebro se dio cuenta de que seguía recuperándose de la cirugía. Solo tenía que esperar hasta que ella me dijera que estaba lista.


—Termine aquí ―dijo, abruptamente, poniendo su cámara en la mesa―. Y alguien está lista para su cuna mientras duerme.


La bebé fue levantada, y luego el sonido de la puerta me dijo que estaba solo.


Giré sobre mi espalda y miré hacía en techo, pensando en cómo había cambiado mi vida desde hace un año. El hombre del último año estaba dos meses lejos de recibir el correo de Miguel Chaves. Él era alguien que no había reconocido más. Y gracias a Dios por eso, porque no tenía deseos de volver a esa vida vacía.


La puerta se abrió de nuevo, y Paula entró, interrumpiendo mis pensamientos.


Subestimación. Del. Año.


Me estudió con sensuales ojos verdes que lucían incluso más verdes ahora, y lentamente alcanzó el dobladillo de su camisa.


Sentí mi respiración salir pesada de mis pulmones.


Quitó su camisa por su cabeza, y la tiró al suelo. Después se quitó los suaves leggings y los tiró por sobre su hombro. 


Quedándose en nada más que diminutas bragas rosadas y sostén, lucía casi de la misma forma que lo hacía antes de quedar embarazada, con excepción de su cicatriz y el magnífico conjunto de tetas que eran incluso más espectaculares ahora.


Puse mis manos detrás de mi cabeza y sonreí hacia ella, incapaz de decir algo particularmente inteligente o ingenioso, pero más porque mi boca estaba seca cuando ella buscó en su espalda y desabrochó su brasier.


Mi hermosa chica me hizo saber, y me mostró, incluso ahora, la rareza que poseía su amor, como lo había hecho desde el principio.


Raro.


El amor de Paula era algo raro… un regalo.


Un precioso regalo que se me había dado, por algún giro divino del destino que la había llevado a mi mundo… y cambiado todo acerca de mí. Sobre como veía las cosas, sobre como soñaba el futuro, sobre mi capacidad de moverme lejos de las sombras de mi pasado.


Paula había cambiado absolutamente todo.

CAPITULO 213


PAULA



Olivia Alfonso nació el 7 de febrero precisamente a las tres cuarenta y cuatro. Pesó dos kilos y noventa gramos, y era cincuenta centímetros de larga. Vino al mundo con un llanto saludable, y algunos hermosos, oscuros rizos en su perfecta cabeza. Los últimos dos vinieron de su padre, por supuesto.


Mi ángel mariposa era una hermosa y pequeña niña que me eligió para que cuidara de ella, y la ayudara a crecer, y la amara incondicionalmente, con su padre, quien haría todas esas cosas por ella también. Él las haría bien.


Porque Pedro Alfonso era un hombre maravilloso, con un hermoso corazón, lleno de amor para mí, y para su hija.


Lloré lágrimas de felicidad y alegría cuando la pusieron en mis brazos por primera vez. No podía separar mis ojos de ella, incluso cuando estaba tan exhausta que habría podido dormir por todo un día. En su lugar quería ver sus pequeñas manos, y dedos, y dedos de los pies, y pies. Y lo hice por horas. Su nariz, ojos, y sus labios capullo de rosa, y sus mejillas de querubín eran hermosamente cautivadoras.


Cuando nació, Pedro pudo verla primero que yo, porque la sábana tapaba toda mi vista. Miró hacía mí de vuelta y me dijo que teníamos una hija.


Y por primera vez desde que lo conozco, vi lágrimas en los ojos de mi Pedro.




Febrero 14


Somerset


—Solo un minuto, uno pequeño, Papi te vestirá, y luego te llevaré con tu mami. Debes ser una buena chica, y parar de retorcerte, y déjame poner tu brazo. Oh, mierda, no puedo poner esta tonta cosa en ti. Es completamente estúpido. ―Cantó para ella con una voz suave―. Así que en su lugar solo vamos a envolverte con esta manta. Sí, lo haremos…


Los sonidos más hermosos de Pedro hablando con Olivia en la noche me hicieron contener el aliento así podría escuchar cada suave palabra, cada sonido de bebé, cada sonido del roce al cambiar los pañales, y la frustrante lucha de él al tratar de envolverla con la manta. Pedro hizo todo eso porque quería, porque acogía la paternidad en la manera en la que acogía todo en su vida. Con completa atención, lealtad, y dedicación a aquellos que amaba.


Descubrí algo más acerca de mi hija en el corto tiempo desde que había nacido. Era una niña de papi, como yo. La voz de Pedro la confortaba cuando estaba inquieta, y la arrullaba hasta que se durmiera cuando estaba cansada. Él era quien le susurraba a Olivia, y deseé que mi papá la pudiera ver, o saber sobre ella, de alguna manera… donde sea que estuviera en el vasto universo.


—Ahh, estás despierta —dijo mientras atravesaba el cuarto hasta mi lado, el yeso seguía en su pierna, sosteniendo nuestro bebé contra su pecho. Mi hermoso hombre, en toda su gloria revuelto—adormecimiento—todos su cincuenta centímetros, su buen físico, fuertes, y esculpidos músculos—sosteniendo un pequeño bultito como si fuera el más precioso tesoro en la tierra. Quería una fotografía de los dos.


Agradecida de haber mantenido mi cámara en la mesita de noche, la recogí y tome una foto.


—Va a ser perfecto. —Le sonreí cuando la puso en mis brazos―. Gracias por cambiarla.


—No hay de qué ―dijo, metiéndose en la cama a nuestro lado. Pedro me había ayudado mucho los primeros días cuando llegamos a casa desde el hospital. La incisión en mi sección C seguía doliendo y las medicinas para el dolor me daban sueño. Así que había entrado en la rutina de despertar y traerla a mí para alimentarla en la noche. 


Esperaba hasta que hubiera terminado, y luego la llevaba de vuelta a la cuna. Algunas veces le sacaba los gases por mí. Una vez que había conseguido el truco de las cosas, era muy bueno cargándola, con una excepción. Sus grandes manos y dedos no funcionaban demasiado bien poniéndole sus ropas con mini broches y cierres.


—¿Tuviste problemas con el pijama de nuevo? —dije, mientras abría la solapa del sostén de lactancia que ahora llevaba todo el día. Usarlo era mejor que despertarse en un baño de leche.


—Sí. Es difícil meter sus brazos por las mangas.


—Lo sé, te escuché. —Tan rápido como Olivia olió la leche ella empezó a succionar de mi pezón. Sus pequeños labios se aferraron mientras succionaba, su pequeña mano en mi pecho―. Escuché esa pequeña y dulce bomba que le diste, también.


—Mierda ―murmuró. Lo miré y reí―. Voy a tener que trabajar en eso con ella. Perdón. Mi boca es obscena.


—Amo tu boca, pero sí, es obscena, y este pequeño ángel va a copiar todo lo que digas y hagas. Ella es la niña de papi.


Él lucia feliz con mi predicción, sus ojos azules iluminados con su sonrisa.


—¿Lo crees? ―preguntó suavemente.


―Estoy segura, cariño.


―Las amo demasiado ―dijo lentamente, sus simples palabras estaban llenas de profunda emoción, y sincera verdad. Acercó sus labios a los míos y me besó cariñosamente, luego se dejó caer de nuevo en las almohadas y nos observó.




AMANECÍA cuando desperté. Estaba sola en nuestra habitación. Cuando vi las rosas lavanda, recordé el día y sonreí. Día de San Valentín. Nuestro primer día, de hecho. 


Miré lo que mi romántico esposo había dejado para mí.


Debajo del florero con las flores, un sobre estaba apoyado junto a una caja de joyería de terciopelo negro. Abrí la caja primero. No había duda, era otra pieza vintage de su colección familiar, y era hermosa ―Una mariposa filigrana colgante con un gran rubí en su cuerpo. Perfecto para mí.


 Deslicé la cadena por mi cabeza y la admiré. Amaría usarla como recordatorio de mi ángel mariposa.


Tomé la carta y la leí.


Mi hermosa,
Todos los días desde el primero, has hecho mi vida digna de ser vivida. Haces que despierte cada día sabiendo que soy un hombre afortunado. Contigo, soy real. Me hiciste real cuando caminaste dentro de esa galería y me viste. Eres la indicada. La única persona que realmente puede verme. Quiero pasar cada día del resto de mi vida amándote. Es todo lo que quiero, todo lo que necesito.
Tuyo para siempre,Pedro.


Quitando las lágrimas de felicidad de mi cara, salí de la cama, y fui a buscar a mi cariñoso esposo, así podría agradecerle por el precioso regalo.

CAPITULO 212



PEDRO


MANEJANDO la seguridad Alfonso desde Somerset estaba funcionando muy bien. Había puesto el mismo sistema de comunicación que tenía en el apartamento de Londres, y conducía mis negocios de la misma forma que antes. Pablo estaba manejando las oficinas ejecutivas de la ciudad, y manteniendo los engranajes funcionando sin problemas hasta el punto que pensaba que yo no era ni siquiera extrañado. Tuve que pensar seriamente cual sería mi rol en Londres en el futuro. La idea de permanecer aquí en Stonewell por más que solo semanas era una idea atractiva. 


Sabía que Paula amaba el país, y había estado en contacto con su tutor de arte en la Universidad de Londres sobre organizar algún estudio evaluativo de las pinturas en Hallborough. Después de su descubrimiento de la pintura Sir Frisk perteneciente a Mallerton, había estado empeñada en descubrir que otros secretos escondía la vieja casa. Ella me dijo que era un trabajo que la mantendría ocupada por años, si la propuesta era financiada.


El ladrido de un perro asaltó mis pensamientos. Incesante, sin pausas, frenético ladrido. No sonaba para nada como Sir. Que era usualmente tranquilo, lo que era algo que me gustaba de él. Era un buen perro, pero lo que estaba escuchando sonaba como si estuviera agitado. Pensé si había alguien fuera en la propiedad.


Me levanté de mi escritorio y usé las muletas para ir a la ventana. Estudiando los jardines traseros y luego el mar al lado de estos.


Podía ver a Sir, ladrando frenéticamente en dirección a la casa con su cabeza dirigida hacia el cielo.


Estaba al lado de Paula.


Ella estaba sentada en los muros del jardín sosteniéndose entre las piernas.


Sus leggings verde claro tenían una mancha oscura en el interior de sus muslos…


¡Mierda.! ¡NO! ¡NO! ¡NO!





―¿Angel, qué está pasando? ¡Dime algo útil! ―Tenía a mi hermano por el cuello y lo empujé cerca de mi cara, sintiendo como mi corazón explotaría en un minuto o dos.


―Deja de maltratar al doctor para que pueda recibir a tu bebé ―dijo calmadamente, empujándome lejos de él―. Ve con Maria Elena. Ella va a hacer que te relajes para la obra. Estas a punto de ser padre, idiota.


―¿Sección de cesárea? ¿En serio, Angel? ―dije con voz ronca.


―Me temo que sí, hermano. El bebé está en una posición de nalgas y no podemos tomar ningún riesgo con una primeriza como Paula. No está lista para eso. ―Me dio unas palmaditas en la espalda―. Va a estar bien. Deja de molestarme y ve a prepararte. ―Angel me dejó en el pasillo y desapareció por una puerta marcada con “solo personal.”
Tragué saliva y seguí a Maria Elena, esperando que no me desmayara antes de que llegara al lugar donde me estaba dirigiendo.


―¿A dónde han llevado a mi esposa? ―pregunté.


―Está siendo preparada para la cirugía ahora y recibiendo su epidural. El Doctor Greymont te guiará a través del proceso mientras él hace el procedimiento. Podrás mirar todo, y hablarle a tu esposa a través de este. ―Sonrió amablemente―. Felicidades, papá.


―En serio.


¿Era yo el que estaba hablando? No sonaba como mi voz para mis propios oídos. ¿Por qué había dicho en serio como un idiota? Creo que estaba en un shock por procesar la demasiada cantidad de eventos en las últimas 2 horas


Después de que Sir me alertara sobre la situación de Paula en el jardín. Había llamado al 999. Mientras esperábamos por la ambulancia, llamé por el servicio del Doctor B en Londres, al igual que a Angel, en un completo pánico sobre qué hacer o a donde ir. Luego el maldito y horrible viaje, con Paula en la parte trasera de la ambulancia todo el camino hacia el Hospital Bridgwater — alrededor de trece, largas, ondulantes, y campestres millas. Demasiado para planear. 


Nada de elegante hospital de Londres, o doctores de sociedad, sería la entrega de nuestro bebé después de todo. La peor parte había sido no ser capaz de cargar a Paula dentro de la casa para esperar. Tuve que cojear alrededor como un jodido rengo con ninguna de lo que estaba pasándole hasta que ellos la llevaron lejos para evaluarla. Después de todo el bebé no estaba para otras tres semanas…


―¿Señor Alfonso?


―¿Qué? ―Giré hacia la voz y parpadeé.


―Necesita quitarse su ropa y ponerse esta, incluso el sombrero. Luego lave sus manos hasta los antebrazos al igual que en las instrucciones en la placa de la pared, cuando esté listo, me encontrará aquí. ―La enfermera Maria Elena apuntó hacia donde yo iba a terminar―. Lo llevaré a la sala y usted se reunirá con su esposa, y verá cómo nace su bebé. ―Ella lucía feliz.


―Oh… en se… está bien. ―De nuevo, seguramente el bloqueo que estaba haciendo hablar con una patética débil voz era alguna otra persona, no podía ser yo.
Maria Elena sonrió más.


―Respire profundamente, Sr. Alfonso.


―¿Todo va a estar bien? Es demasiado temprano para…



Sacudió su cabeza y me dijo en un tono sensato.


―Los bebés tienen sus propias ideas sobre cuando venir. Nada de estar seguros sobre eso. Su esposa esta en las mejores manos posibles. El Doctor Greymont lo hace todo el tiempo, pero estoy segura de que ya lo sabe. ―Me miró extrañamente, probablemente dándose cuenta de que habían más cosas malas conmigo que solo mi pierna rota, dejó el cuarto así podía cambiarme.


No sé cómo caminé en la sala de operaciones porque estaba malditamente asustado, pero al mismo tiempo, necesitaba ver a Paula y asegurarme de que estaba bien. El cuarto estaba frio y había un fuerte olor a antiséptico que inundaba el aire. Fui a donde todos estaban reunidos. 


Cojeando lentamente sin mis muletas. Una cosa que había decidido. Iba a caminar en la sala con mis propias piernas, jodidamente quebradas o no.


―Allá esta —dijo Angel, mostrándome sus pulgares levantados.


―¿Pedro? ―llamó Paula.


Cerré mis ojos y me alivié con el sonido de su voz, caminé hacia ella. Todo lo que podía ver era su cara y una pequeña porción de su estómago. Todo lo demás estaba cubierto con sabanas médicas azules.


―Estoy aquí, nena. ―Me incliné y la besé en su frente―. ¿Cómo estás?


―Estoy bien ahora que esas aquí. ―Te amo, articuló.


Gracioso, como yo sentía exactamente lo mismo. Todo el estrés y el pánico se habían esfumado tan pronto como nos vimos y pudimos estar juntos. Paula era fuerte, y valiente. 


Se veía completamente lista para lo que venía. Y… tan hermosa. Si ella podía hacer esto, después de todo yo podría permanecer consciente. ¿Cómo pude haber encontrado esta maravillosa y extraordinaria mujer? ¿Cómo se había enamorado de mí?


Bastardo suertudo.


―Te amo más ―dije.


―¿Listos para convertirse en mamá y papá? ―preguntó Angel alegremente.


Sí.




—BIEN, puedes ver ahora, si quieres, P. —dijo Angel en un tono metódico, lo que me dijo que estaba concentrado en su trabajo con las manos, justo como debería ser.


Mantuve mis ojos en Paula mientras él hacía la incisión, acariciando su mano con mi pulgar, sabiendo que no había manera en el infierno de que yo viera una cuchilla rebanadora contra su perfecta piel. Ella estaba tan calmada, de hecho sobre todo. No aparentaba ninguna clase de miedo; solo una sólida determinación de conseguirlo y ver como terminaba. Es maravillosa. Las mujeres a punto de dar a luz eran serias en la manera de resolverlo y valientes, y era absolutamente espectacular ver a Paula de esa manera.
El sonido de monitores palpitando en el fondo, contra el chillido de los instrumentos médicos y los empujones de su cuerpo en la mesa mientras trabajaban su camino cerca del bebé.


—No puedo sentir dolor, Pedro. Solo tirar y empujar. Se siente extraño, pero estoy bien. —Asintió y sonrió hacia mí―. Solo quiero conocer a nuestro bebé ahora.


—Yo también, mi hermosa. Yo también.


—Aquí viene ―dijo Angel con firme autoridad.


Me asomé por encima de la sábana y vi cabello castaño emergiendo del vientre de Paula, luego una cara arrugada luciendo furiosamente indignada por el duro trato de ser traído a un mundo con brillantes luces y fuertes sonidos, luego diminutos hombros y brazos se deslizaron por la abertura, y después… el resto de su delgado y diminuto cuerpo. Todo el proceso tomo alrededor de diez segundos en total.


Y luego tan rápidamente… ella estaba finalmente aquí con nosotros.

CAPITULO 211



PAULA



Febrero 7


Somerset


―ESA sería la última entrega de Londres, Sra. Alfonso. Tendré que ensamblar la cuna esta noche cuando mi ayudante tenga algo de tiempo libre. —Robbie guiñó un ojo hacia mí. Su “ayudante” sería Pedro, quien quería ser parte del ensamblaje de la cuna.


—Oh, lo sé, Robbie, él ha estado recordándomelo. Estoy segura de que te lo ha estado recordando, también. Pedro simplemente quiere estar seguro de que la cuna se ensamble correctamente así será cien por ciento segura. Es el tipo de seguridad en él. Se cruza sobre todos los aspectos de nuestras vidas, pero estoy segura que ya lo sabes —dije sarcásticamente.


Robbie rió y se marchó, pero se giró antes de dejar la habitación.


—¿Quiere Sir Frisk tener un paseo afuera antes de que tenga que irme? —preguntó.


—No lo sé, tal vez quiere, aunque se ve muy feliz donde está ahora. —Miré hacia abajo a Sir que estaba tendido en la nueva alfombra, mirándome con sus hermosos ojos dorados, y pregunté―: ¿Quieres ir afuera con Robbie?


No se movió. Y estuvo claro que había entendido mi pregunta. Mi Sir era muy inteligente, y me amaba demasiado. Amor canino como el ganador.


—Supongo que ahora no, Robbie. Me hará saber cuándo necesite salir, y de todas formas, quiero caminar más tarde.


—Muy bien, Sra. Alfonso.


Volví a la pintura del mural para la enfermería después de que Robbie se fue. Él y su esposa, Ellen, cuidaban Stonewell muy bien, cuando los dos estábamos aquí, y cuando estábamos en Londres. También había ido creciendo una cierta debilidad de Robbie por Sir Frisk, que era una cosa buena, mientras él permaneciera aquí. 


Ninguno de nosotros podía imaginar encerrar a una criatura como esa en un penthouse en Londres. No estaría bien. Lo extrañaría demasiado, y planeábamos regresar en unas semanas así que no había oportunidades conmigo entrando a labor pronto. Pedro estaba paranoico sobre eso, y como era usual, yo dejaba que lo tuviera a su manera.


Este mural era del mar en vez de un árbol. Algunos de los elementos seguían en duda hasta que supiéramos si íbamos a tener a Teo o a Olivia. Sonreí mientras trabajaba en algunas formas de nube, recordando como Pedro me había interrogado esta mañana sobre las pinturas que estaba usando para el proyecto, y ¿son a base de agua, sin mezclas toxicas? Él siempre había sido tan cuidadoso con todo, pero sabía que era porque me amaba demasiado.


También había estado preocupado la noche pasada después de la mega-asombrosa sesión de sexo, lo cual pensé era injustificado. Me sentía bien, y de todos los libros que había leído sobre maternidad y nacimiento, el sexo era completamente seguro para parejas mientras no hubiera complicaciones, y sentías hasta pedir. Bueno, yo ciertamente lo hice. Y Pedro siempre estaba ‘’arriba’’ para eso. Creo que los dos estábamos realmente desesperados por la intimidad y el acercamiento después de nuestro susto con su accidente. Nada más rápidamente priorizado en la vida, o más eficaz, que la muerte cercana de un ser amado.


Habíamos estado cerca de perdernos. Me estremecí ante el pensamiento y volví a sombrear las tenues nubes blancas sobre un brillante mar azul-verdoso.





SIR se cernió en sus cuatro patas, listo para saltar en el segundo en que dejé su hueso de trapo favorito volar.


―Ve por él, chico. ―Lo dejé ir, usando mis habilidades de lanzamiento de bala. Arrancó a buscarlo en las plantaciones naturales en el borde del césped, felizmente rebuscando y disfrutando. Me senté en uno de los muros del jardín y esperé a que volviera.


Sintiendo un poco del dolor de espalda de antes, había esperado que la caminata con el perro ayudara, pero no fue así. El dolor sordo seguía allí, y quería una bebida caliente. Puse mi chal más cerca para protegerme del frio. Después de todo era tiempo de invierno y estaba agradecida por el día seco, pero viendo las oscuras nubes encima, parecía como si fuera a llover en otra hora o algo así.


Llamé a Sir, y me levanté para volver a la casa. La extraña sensación de calor me golpeó entre las dos piernas. Duró alrededor de dos segundos antes de dejar de sentir el calor. 


Estaba húmedo allí abajo. Demasiado húmedo. Como si me hubiera orinado en los pantalones, pero sabía definitivamente que no lo había hecho.


Enloquecí por un momento, asustada de que pudiera ser sangre, pero cuando toque el área de mis leggings, en mi mano se veía algo claro y húmedo, no sangre. Puse mis dedos cerca de mi nariz y lo olí. No era orina, solo… agua…


¡Mierda!


Me di cuenta de que era muy probable de que mi fuente se hubiera roto.


¡Doble mierda!